Ayer soñé que venías, sentí como asaltabas mi cama, te acercaste hasta mi cuello y te recostaste tiernamente; eras tan pequeña que no hiciste el menor ruido y cuando sentías que iba a despertar, rápidamente me cubrías de diminutos besos para apaciguarme. Al día siguiente, con una sonrisa a flor de piel me desperté, pero tú no estabas y me invadió el miedo de haberte aplastado sin darme cuenta, te busqué por todos lados hasta que ya no pude y... me traicionó el deseo por verte... tal vez nunca estuviste en mi cama.
Entonces, no sé cómo pero me acerqué al espejo y vi unas pequeñas marcas en mi cuello, muy pequeñitas y ¿qué crees? Que me puse a llorar al darme cuenta que esas manchitas eran los labios del bicho más soñador de todos, eran los besos que me regaló Grillormiga.
Ahora quiero dormir y... dejaré mi puerta abierta.
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