
Al igual que muchos, sabía que ese era el día en que el Espíritu Santo se manifestaría; la información llego a mí vía e-mail, el remitente era un familiar ya fallecido hace algunos años...
Todos rompieron los cristales del vitral en busca de la Santa Madre, pero yo llevaba una medalla plateada donde se reflejaba todo, todo...
Estaba seguro que el epicentro de la catástrofe iba a ser en la ciudad por eso escape hasta este pueblo, mi instinto me lo pedía...
La gente espera aterrorizada, yo, con inquietud y de que ya sucediera, en mi medalla comencé a ver el conteo regresivo apenas llegar al cero cayó la inmensa roca de fuego dejando un estruendoso sonido como el ruido del estallar de varias bombas. Ahí estaba la roca, a unos cien metros o un poco más de donde nos encontrábamos, sentimos como temblaba e inmóviles vimos como salían grandes escupitajos de fuego dispersándose por todos lugares, provocando incendios, muertes, gritos, miedo; entonces, después de unos segundos de falsa calma, sin ruido, no pude despegar la mirada de la roca, ya no temblaba y de su interior surgió una vela blanca con tres pequeñas llamas en su parte superior, se acercaba a ritmo lento pero constante hacia mí; mi ropa ahora era blanca y a mi lado se encontraba mi pequeño primo; el miedo comenzó a enfriarme la sangre, mire a mi primo con el llanto a flor de piel y le contagié mi angustia, nos arrodillamos y comencé a rezar y a llorar y a pedir perdón... ¿de qué? Ni yo lo sabía, la vela se detuvo frente a nosotros, levitando como si nos observara, quisimos postrar nuestra frentes pero la vela no lo permitió, en un movimiento brusco nos cegó mientras sentíamos como éramos lanzados contra la pared; aturdido alcancé a ver como la vela se acercaba sin titubear a la esquina derecha donde yacía el cadáver de mi abuela recostado sobre una mesa, mientras llegaba escuché un murmullo en mi interior que me decía que mi abuela si tenía la gracia de Dios... La vela se alejó y me invadió el sentimiento de saber que era el fin de todo... Mi padre se acercó para regañarme por haberme hincado y no hacer algo para evitar que la vela me lanzara contra la pared, yo respondí que simplemente hice lo que sentí... pero no le dije que tuve miedo, antes de desaparecer, mi padre sólo me decía: “Aún estás a tiempo de ser sacerdote”.
La enorme roca no paraba de escupir fuego y en el lugar donde caía, después de un leve temblor comenzaron a erigirse edificios de todos los lugares de este mundo y tal vez de otros; a mis espaldas sentía como se levantaban monumentos representativos de la tierra... ahí estaba la Torre Eiffel, la Estatua de la libertad y hasta el Ángel de la independencia.
Después, la tierra se cimbró sintiéndose como una estampida se acercaba, al buscar el origen vi a enormes animales corriendo sin rumbo, eran animales que en algún momento han servido como medio de transporte para la humanidad, paseaban como en un desfile y se desintegraban al ser tocados por medios de transporte mecánicos... En todo ese ambiente, se vibraba como la gente ya no tenía tanto miedo, ahora se percibían unas ganas de llorar... Nuevamente escuchamos un estruendo y sin saber por qué todos miramos al cielo, en él, un dedo invisible escribió una frase con fuego que recuerdo muy bien: “La verdad del espíritu, no es copia de un ‘pirata’”.
Se acabó el fuego, los enormes animales corrían presas de un ímpetu sólo comparado a cuando están en brama; yo me encontraba en medio de todo, cerca del paso de una locomotora, se detuvo antes de destrozarme, volví a abrir los ojos sólo para volver a cerrarlos al distinguir como un enorme camello se lanzaba contra la locomotora; entonces pensé que tal vez todo era una recreación virtual hecha por Dios o alguien muy avanzado en tecnología; decidí abrir los ojos y esperar que el camello me arrollara, pasó por encima de mí sin hacerme daño alguno, antes de que se alejara intenté tocarlo para darme cuenta de que no existía, pero con miedo sentí su pelo y su piel, el animal se puso furioso y de un coletazo me alejó de su trayecto, segundos después, el camello se impactó con la locomotora, apenas tocarla pareciera introducirse como en una puerta dimensional...
El caos se respiraba, todos los animales corrían... regresé la mirada a los monumentos y descubría a mucha gente arriba de ellos, destrozándolos en pequeños fragmentos como si fueran un simple souvenir; otros contemplábamos la hermosa obra y llorábamos de felicidad, mis ojos eran testigos de lo más increíble que jamás había presenciado... muchos se besaban, era una fiesta de alegría, nos mirábamos y nos regalábamos la más cálida sonrisa mientras nos dábamos un abrazo. Los monumentos y edificios desaparecían pero la alegría no; mire a donde cayó la roca pero el lugar no mostraba seña alguna del impacto... Más tarde me encontraba en mi cama, oía la voz de mis padres, él decía frases llenas de amor y sentía como mi cama crecía y a cada palabra era lo mismo... Desperté con una sensación de felicidad y con la necesidad de perdonarme y de escribir esto antes de que lo olvide... sin embargo, toda esa felicidad se enfrentó a un proceso de lógica y al escribir esto trato de comprender lo que no comprendo.
Todos rompieron los cristales del vitral en busca de la Santa Madre, pero yo llevaba una medalla plateada donde se reflejaba todo, todo...
Estaba seguro que el epicentro de la catástrofe iba a ser en la ciudad por eso escape hasta este pueblo, mi instinto me lo pedía...
La gente espera aterrorizada, yo, con inquietud y de que ya sucediera, en mi medalla comencé a ver el conteo regresivo apenas llegar al cero cayó la inmensa roca de fuego dejando un estruendoso sonido como el ruido del estallar de varias bombas. Ahí estaba la roca, a unos cien metros o un poco más de donde nos encontrábamos, sentimos como temblaba e inmóviles vimos como salían grandes escupitajos de fuego dispersándose por todos lugares, provocando incendios, muertes, gritos, miedo; entonces, después de unos segundos de falsa calma, sin ruido, no pude despegar la mirada de la roca, ya no temblaba y de su interior surgió una vela blanca con tres pequeñas llamas en su parte superior, se acercaba a ritmo lento pero constante hacia mí; mi ropa ahora era blanca y a mi lado se encontraba mi pequeño primo; el miedo comenzó a enfriarme la sangre, mire a mi primo con el llanto a flor de piel y le contagié mi angustia, nos arrodillamos y comencé a rezar y a llorar y a pedir perdón... ¿de qué? Ni yo lo sabía, la vela se detuvo frente a nosotros, levitando como si nos observara, quisimos postrar nuestra frentes pero la vela no lo permitió, en un movimiento brusco nos cegó mientras sentíamos como éramos lanzados contra la pared; aturdido alcancé a ver como la vela se acercaba sin titubear a la esquina derecha donde yacía el cadáver de mi abuela recostado sobre una mesa, mientras llegaba escuché un murmullo en mi interior que me decía que mi abuela si tenía la gracia de Dios... La vela se alejó y me invadió el sentimiento de saber que era el fin de todo... Mi padre se acercó para regañarme por haberme hincado y no hacer algo para evitar que la vela me lanzara contra la pared, yo respondí que simplemente hice lo que sentí... pero no le dije que tuve miedo, antes de desaparecer, mi padre sólo me decía: “Aún estás a tiempo de ser sacerdote”.
La enorme roca no paraba de escupir fuego y en el lugar donde caía, después de un leve temblor comenzaron a erigirse edificios de todos los lugares de este mundo y tal vez de otros; a mis espaldas sentía como se levantaban monumentos representativos de la tierra... ahí estaba la Torre Eiffel, la Estatua de la libertad y hasta el Ángel de la independencia.
Después, la tierra se cimbró sintiéndose como una estampida se acercaba, al buscar el origen vi a enormes animales corriendo sin rumbo, eran animales que en algún momento han servido como medio de transporte para la humanidad, paseaban como en un desfile y se desintegraban al ser tocados por medios de transporte mecánicos... En todo ese ambiente, se vibraba como la gente ya no tenía tanto miedo, ahora se percibían unas ganas de llorar... Nuevamente escuchamos un estruendo y sin saber por qué todos miramos al cielo, en él, un dedo invisible escribió una frase con fuego que recuerdo muy bien: “La verdad del espíritu, no es copia de un ‘pirata’”.
Se acabó el fuego, los enormes animales corrían presas de un ímpetu sólo comparado a cuando están en brama; yo me encontraba en medio de todo, cerca del paso de una locomotora, se detuvo antes de destrozarme, volví a abrir los ojos sólo para volver a cerrarlos al distinguir como un enorme camello se lanzaba contra la locomotora; entonces pensé que tal vez todo era una recreación virtual hecha por Dios o alguien muy avanzado en tecnología; decidí abrir los ojos y esperar que el camello me arrollara, pasó por encima de mí sin hacerme daño alguno, antes de que se alejara intenté tocarlo para darme cuenta de que no existía, pero con miedo sentí su pelo y su piel, el animal se puso furioso y de un coletazo me alejó de su trayecto, segundos después, el camello se impactó con la locomotora, apenas tocarla pareciera introducirse como en una puerta dimensional...
El caos se respiraba, todos los animales corrían... regresé la mirada a los monumentos y descubría a mucha gente arriba de ellos, destrozándolos en pequeños fragmentos como si fueran un simple souvenir; otros contemplábamos la hermosa obra y llorábamos de felicidad, mis ojos eran testigos de lo más increíble que jamás había presenciado... muchos se besaban, era una fiesta de alegría, nos mirábamos y nos regalábamos la más cálida sonrisa mientras nos dábamos un abrazo. Los monumentos y edificios desaparecían pero la alegría no; mire a donde cayó la roca pero el lugar no mostraba seña alguna del impacto... Más tarde me encontraba en mi cama, oía la voz de mis padres, él decía frases llenas de amor y sentía como mi cama crecía y a cada palabra era lo mismo... Desperté con una sensación de felicidad y con la necesidad de perdonarme y de escribir esto antes de que lo olvide... sin embargo, toda esa felicidad se enfrentó a un proceso de lógica y al escribir esto trato de comprender lo que no comprendo.